jueves, 30 de septiembre de 2010

LAS CAMPANAS DE SANTA MARIA


    Con el paso de los años los casarrubieros hemos visto como las campanas con sus sonidos han ido marcado los acontecimientos sociales de nuestras vidas. Sus sonidos nos han convocado a eventos civiles y religiosos y, a veces, con su tañido desesperado nos ha reunido para hacer frente a los acontecimientos adversos pero, igualmente, como si de un peligro se tratara, las campanas de las cuatro iglesias, San Andrés, Santa María, convento de Agustinos y Bernardas, anunciaron a la población el abandono de Madrid por las tropas francesas. A lo largo de la historia llamaron a consejo a las buenas gentes de la villa para dilucidar sobre asuntos importantes como cambio de señor o elecciones de cargos concejiles. Sus tañidos solamente estuvieron prohibidos los veintiséis días que S. M. el rey Felipe III permaneció en nuestra villa aquejado de una enfermedad que le tuvo al borde de la muerte. Incluso, la joven campana del reloj, que con su sonido monótono ha venido marcando el ritmo de la vida de los lugareños y el momento de “echar la patata al cocido”. Tanto las hemos oído que podríamos reconocerlas por lejos que nos encontremos pero, poco o nada sabemos de ellas, por lo que, sin subir al campanario, intentaremos acercarnos a través de algunos documentos encontrados.

Desaparecidas las que en otros tiempos ocuparon la “Torre Mocha”, en la antigua iglesia de San Andrés, quedan las que hubiera en el convento de frailes de San Agustín que, muy posiblemente, sean las que hoy se encuentren en la ermita, haciendo compañía a las del convento de las Bernardas y a las de la iglesia de Santa María. De estas últimas nos ocuparemos.

Concluida la torre, las campanas fueron encargándose según los fondos lo permitían y colocándose a medida que avanzaban las obras del templo. La campana grande se subió el 20 de diciembre de 1572. Con un peso de “diecisiete quintales y arroba y media”, ocupa la cara de la torre que da a la plaza.
Por la escritura de una de ellas, sabemos que fueron mandadas construir al maestro campanero Manuel de Cabañas, vecino de la localidad de Cenicientos. La campana debía ser de hasta ocho quintales, una arroba o dos, más o menos, y su precio sería a razón de cinco reales cada libra que pesare, por la que, además, se le había de dar un carro de leña de encina y dos cargas de leña de pino o madera de pino viejo. El contrato fue firmado en Casarrubios el 26 de febrero de 1630.
La campana se realizó en los meses siguientes, pues el 4 de mayo en Toledo, Manuel Cabañas hizo cesión del cobro a Baltasar de la Cruz, latonero y vecino de esa ciudad, para que pudiera cobrar de la Iglesia de Santa María de Casarrubios 1.500 reales de la campana que había hecho. A su vez, Baltasar de la Cruz hizo cesión de este derecho a Nicolás Suárez. Finalmente fue un apoderado de la viuda de este, doña Constanza de Ortiz, quien cobró y entregó la carta de pago el 15 de enero de 1631.

A finales del siglo XVII la iglesia de Santa María sólo contaba con tres campanas que fueron bendecidas por el obispo auxiliar de Toledo, Ilmo. Señor Dr. D. Alonso de Santa Cruz, obispo de Methones, en una visita pastoral que realizó a Casarrubios del Monte el 24 de agosto del año 1683. El obispo era tío paterno de Alonso Santa Cruz del Rincón, nacido en Casarrubios y oficial del tribunal de la inquisición de Valladolid, con quien a veces la historia confunde al hablar de tío y sobrino.
A las cinco de la tarde el obispo llegó al altar mayor, donde se vistió de pontifical con mitra y báculo y, con la cruz, clero y mucho acompañamiento, se dirigieron en procesión hasta la torre de la iglesia. Lo angosto de la escalera no debió permitir la subida más que de los testigos y gente principal, entre los que se encontraban munícipes y clérigos de la villa. Como diacono actuó el Rvdo. D. Nicolás de Espinosa Rivadeneira, Comisario del Sto. Oficio y cura propio y natural de Casarrubios. Su Ilustrísima bendijo con especial y solemne ritual las tres campanas que a la sazón tenía la torre acompañado de muchos testigos.

Entre otros ritos, el ceremonial consistió en el lavado simbólico de las campanas con agua bendita y posterior secado, la unción con los Santos Oleos y esparcimiento del humo del incensario en el interior de ellas. La ceremonia continuó volviendo la procesión al altar mayor cantando el salmo “intravit Iesus inquo ddam castellum”, que era el que en tales solemnidades disponía el Pontifical. Por último, Su Ilustrísima besó el Evangelio y dio por finalizada la función.

La campana que mira a la capilla mayor de dicha iglesia, o a las “Cuatro Calles”, se consagró y dedicó a Santa María, titular de la Iglesia. La campana mayor que mira a la plaza o poniente, fue dedicada a honra del glorioso San Andrés Apóstol, patrono de la villa, y la campana que mira a la parte de la iglesia de San Andrés, “entre solano y abrigo”, se dedicó y consagró a honra del apóstol San Pedro, a la gloriosa Santa Teresa de Jesús, advocación del cura titular, y a la del apóstol San Bartolomé, por ser en su día dicha consagración.

La cuarta campana parece proceder de la desaparecida iglesia de San Andrés, por lo que debió colocarse a mediados del siglo XIX. En ese tiempo la economía no permitía gastar en un yugo de madera que igualara a las demás y la colocaron en un simple madero incrustado en los muros. Esta campana es más pequeña que las demás y en tiempos se utilizó para dar “la señal” o avisar a la feligresía del comienzo de los actos litúrgicos.


F.-Jesús Arroyo López.



                                                                            

viernes, 13 de agosto de 2010

LA VIRGEN DE GRACIA DE CASARRUBIOS DEL MONTE


La devoción que la villa de Casarrubios del Monte profesa a la Virgen de Gracia se remonta a los tiempos en que los frailes agustinos se asentaron en nuestra villa pero, es a partir del siglo XVI cuando la población se vuelca en esta Virgen a la que declara como su patrona, venerándola en una imagen que se encontraba en su convento existente en nuestra villa hasta el siglo XIX. Se desconoce la fecha de la entronización como patrona, lo que sí sabemos es que en 1611 se creó en el convento de Nuestro Padre San Agustín la Cofradía de Nuestra Señora de Gracia de Casarrubios.
De especial auge fue el protagonismo que la imagen despertó en los siglos XVII y XVIII, recibiendo cantidad de visitantes de toda la región implorando mercedes. La fama extendida por los frailes agustinos, tanto de palabra como en publicaciones de la época, llegaban incluso de las Indias, y se dejaba sentir en Casarrubios. Esta devoción se refleja especialmente en las anotaciones de los libros de sacristía, en los que aparecen las peticiones de misas, no solo de gentes de la población y pueblos de su entorno, sino de lugares alejados como Madrid, Segovia, etc. E, incluso, alguna desde Hispano América.

Se desconoce la fecha de la declaración de Nuestra Señora de Gracia como patrona de la villa, pero sí la creación de la Cofradía que fue fundada en el convento de Nuestro Padre San Agustín en 1611. Alrededor de esta fecha parece que se intentó reformar o construir una nueva capilla para la Virgen, que no concluirían, al menos, hasta finales de siglo. Las escasas aportaciones económicas que llegaban a los frailes impedían su conclusión, por lo que el rey Carlos II concedió en 1689 una Real Cédula permitiendo pedir limosnas en las misas de las Indias, por un periodo de seis años, para acabar la capilla de Nuestra Señora de Gracia de convento de San Agustín de la villa de Casarrubios, comenzando a llegar los pesos a finales de siglo.

Existe la leyenda escrita por un piadoso devoto sobre las circunstancias que rodearon la venida de la imagen al convento de frailes agustinos desde Portugal, cosa que no deja de ser eso, leyenda, pero que los piadosos fieles del siglo XV difundieron diciendo que; en una expedición que el rey Juan I de Portugal realizó a África el año 1415, tomó Ceuta, donde encontró una imagen de cuerpo entero de la Virgen, que trajo a su palacio de Portugal. Años más tarde, en 1441, Juan López del Rincón, hayo de la reina madre, doña Leonor, bajo cuya tutela se encontraba el entonces rey Alfonso, tomó la imagen y emprendió la marcha hacia Casarrubios. Los portugueses, que no deseaban perder la imagen, enseguida emprendieron su búsqueda y, aunque se cruzaron con los llevaban la imagen, no los conocieron ni vieron la imagen. Pasando la aduna con total libertad, finalmente, llegaron a Casarrubios donde la colocaron el 25 de marzo de 1442. Leyenda que aparece en algunos libros de la época.

Como hemos dicho, el siglo XVII fue un periodo en el que la Virgen de Gracia gozaba de un especial protagonismo, por lo que sus fiestas atraían a multitud de personas. Las de 1609 contaron con la representación teatral de la obra “El Ángel de la Guarda”, del maestro toledano José de Valdivieso, interpretada por Domingo Balbín. En 1611 se creó la cofradía y en 1616 las fiestas en su honor volvieron a contar con la representación de obras teatrales del afamado empresario Pedro Cebrián.
En 1619, con motivo de la estancia del rey Felipe III, la imagen fue sacada en procesión y llevada a la iglesia de Santa María, donde quedó instalada hasta la recuperación del monarca mientras se sucedían ruegos y súplicas por la salud del monarca dirigidos por el cardenal Zapata.

Tanto fervor alrededor de la imagen dio origen a que en sus fiestas se suscitasen rencillas entre la feligresía por ver quienes desfilaban en lugar preeminente en su procesión.
A finales del siglo XVII las fiestas en honor de la patrona se venían celebrando el jueves infraoctavo de la Natividad de Ntra. Sra. y se extendían al viernes y sábado siguientes, inmediatos al 8 de septiembre, Así se venía haciendo desde más de ochenta años. Se iniciaban el jueves por la mañana en el convento de San Agustín, que se encontraba a extramuros de la villa, sacando en procesión la milagrosa imagen de Ntra. Sra. de Gracia, acompañada de danzas y chirimías, clarines, tambores y otros efectos. Tras recorrer algunas calles del pueblo la imagen llegaba a la parroquia de Santa María, donde, con gran solemnidad, se celebraban los actos religiosos que comenzaban con la obligada misa mayor cantada, sermón y lo demás acostumbrado, todo ello acompañado de la exclusiva música que venía de San Felipe el Real de Madrid, especialmente para esta función. Nuevamente, por la tarde, acompañada con la misma música de flautas, tambores y chirimías, se volvía a sacar la imagen para ser devuelta a su casa y convento.
No se sabe si fue el fervor o el prestigio por ocupar un puesto destacado al lado de la Virgen, el que llegó a ocasionar altercados de sus gentes al intentar defender su posición según el cargo u oficio que ocupaban en el municipio o la Iglesia. Año tras año venía aumentando el descontento de las gentes que no se ponían de acuerdo con el puesto que debían ocupar en la procesión, por lo que en ese año de 1688, llegaron a ocasionarse grandes enfados y pesadumbres.

El numeroso clero existente en Casarrubios se encontraba dividido entre el convento de San Agustín y las dos parroquias, cada uno encabezando su feligresía correspondiente. Ese año, las gentes de la villa, junto con las venidas de lugares cercanos, deseosos de estar cerca de la milagrosa imagen, se agolpaban en torno a la iglesia del convento esperando el inicio de la procesión.
Previo a la celebración de la misa ya se habían suscitado ciertas desavenencias en su preparación por el lugar que ocuparían las distintas cofradías, estandartes o cruces parroquiales. Las discrepancias fueron en aumento y obligaron a la suspensión de la misma, lo que llevó a grandes disgustos y disturbios que acabaron en un pleito ante el arzobispo de Toledo.
Intentando poner calma entre las gentes de la población y que la fiesta pudiera seguir celebrándose en años sucesivos, el convento de San Agustín y el Ayuntamiento acordaron reunirse y elaborar unas normas que complaciesen a todos y evitase cualquier tipo de altercado en lo sucesivo, para lo debían contar con la participación y presencia de la condesa doña Isabel Chacón que residía en Madrid, lo que obligó a desplazarse a la capital al alcalde mayor, don Francisco Dávalos y Santander, y a varios Padres del convento de San Agustín, entre los que se encontraban el P. maestro fray Juan Palomeque y seis frailes más. Todos religiosos del convento de Casarrubios.

Las normas que en lo sucesivo organizaban las fiestas de nuestra Sra. de Gracia y, sobre todo su procesión, quedaba regulado de la siguiente forma:
La ceremonia debía ser anunciada a campana tañida. La cruz parroquial de San Andrés ocuparía el lugar preeminente, acompañada de todo el clero secular de la villa y de los religiosos del convento que irán con su guión en lugar inferior, dejando a los cofrades y devotos, que así lo quieran, hacer la procesión con luces.
El prior del convento sería el encargado de traer la música y el concejo se ocuparía de los bagajes necesarios para venir desde Madrid y su vuelta. La condesa proveería la cera necesaria para el altar de la parroquia de Santa María durante todo el tiempo en el que esté colocada la imagen, repartiéndose la sobrante, mitad por mitad, entre el convento y la parroquia de Santa María. También correría todos los años con los gastos de 12 gallinas, 12 conejos y 50 reales de vellón que pagaría al convento para dicha fiesta, para la iglesia y para la comida de los músicos.
En las vísperas y días de más fiestas se celebrarían danzas, clarines, fuegos, luminarias y chirimías.
Los acuerdos fueron firmados en el palacio de la condesa en Madrid, en presencia de D. Luís Fernández Portocarrero, conde de Palma, marqués de Montesclaros y su mujer, María Leonor Moscoso.

Por otro lado, los alborotos que obligaron a la suspensión de la procesión llegaron ante el arzobispado de Toledo, quien determinó el orden que debía seguir y forma de realizarse la procesión al año siguiente de 1689.
La procesión saldrá de San Andrés con su cruz parroquial y sus ciriales. El presidente o cura y los diáconos, todos con sus mejores ornamentos, estandartes del Santo Rosario y los dos pendones; encarnado del Santísimo y blanco del Rosario, de la parroquia de San Andrés y demás. Se sacará el estandarte y pendón de Ntra. Sra. de la Salud que está en su ermita, que irá delante del de San Andrés. Cuatro clérigos con capas y ternos entraran en el convento a por la imagen de Ntra. Sra. de Gracia que saldrá en carroza, acompañada de tambores, clarines, chirimías y danzas y, a partir de 1689, no saldrá en ella cosa de la iglesia de Santa María, por decreto de los señores de la Gobernación del Cardenal de Toledo, debido al pleito que tuvo el convento de San Agustín sobre el lugar que debía llevar en dicha procesión la manga y cruz de Santa María y el guión de dicho convento. Alegando que solo debía preceder la cruz parroquial de San Andrés. Las normas se mandaron cumplir y se ejecutaron con quietud en esta forma.


En su día, los señores concurrentes hicieron la planta para la procesión y la plasmaron en un documento que permaneció guardado en el archivo del convento de San Agustín, al que ahora, y tras largos años perdido, ha podido acceder este autor.

El año de 1756, por haber declarado amenazas de ruinas la iglesia de Sta. María, se determinó que la función se hiciese en el convento de San Agustín para evitar competencias con San Andrés y que los parroquianos de Sta. María no tuvieran queja, circunstancias que dieron pié a otras historias.


F.-Jesús Arroyo López.



                                                                            

jueves, 24 de junio de 2010

UNA CURIOSIDAD

El 20 de febrero de 1876 vecinos de Casarrubios del Monte, amparados en los derechos constitucionales, dirigen un escrito al Senado de la nación apesadumbrados por las tendencias del gobierno a autorizar la pluralidad de cultos en contra de la fe de sus padres.
Citando palabras de su arzobispo y otras de Montesquieu, piden que, contenta como está la nación con su catolicismo, no autoricen la coexistencia de los falsos cultos con la del catolicismo, único y verdadero.
Eran tiempos en los que el marido decidía por su mujer, como así aparecen firmando por ellas dicho documento que, avalado por medio centenar de firmas, incluidas las de varias monjas y otros firmando por sus padres, se puede ver en la siguiente dirección:


http://www.senado.es/cgi-bin/verarchiweb?SIGN=HIS-0664-01&CONT=34


Fausto-J. Arroyo López



                                                       

sábado, 22 de mayo de 2010

SEXMO DE CASARRUBIOS. ÚLTIMA PARTE


Mientras se dirimían estos pleitos (1499), la ciudad de Segovia aprovechó para poblar en las tierras fronterizas del comendador y los marqueses de Moya, denominadas baldíos por su baja calidad. Argumentaron hacerlo en una zona llamada Naval Carnero, situada a una legua hacia la parte de Segovia del ahora nuevo establecimiento, pero que en realidad se hizo donde ya existían unas casas de labor pertenecientes a vecinos de Casarrubios del Monte y sus aldeas, llamadas la Cabeza de la Perdiguera y los Cobachos, situados a catorce leguas entre oriente y mediodía de la ciudad de Segovia. En ello se basó esa ciudad y así se lo hizo creer a los reyes, quienes en un intento de congraciarse con los segovianos, a los que acababan de sustraer los terrenos para Andrés Cabrera y su mujer Beatriz de Bobadilla, firmaron una provisión real que les autorizaba a poner alcaldes y alguacil en la nueva población.
Don Gonzalo Chacón alegaba que Navalcarnero era de su propiedad y del término y jurisdicción de su villa de Casarrubios y a él correspondería poblar y poner alcaldes. Segovia la reclamaba como de su propiedad y pedía se castigase al comendador y a su villa de Casarrubios por destruirles las casas e iglesia que construían, a lo que don Gonzalo Chacón alegaba que ellos podían hacer fuerza y quebrantamiento por defender su propiedad.
Si muchos y graves sucesos se cometieron con los vecinos de los marqueses de Moya, peores y graves fueron los realizados frente a esta nueva población, a la que Gonzalo Chacón, por un lado, y los marqueses de Moya, por otro, arrasaron, quemaron y derribaron varias veces, siendo anecdótica la frase de Francisco Buzón, alcalde de la villa de Casarrubios, ante los primeros pobladores a los que amedrentó diciendo “¿Vos amigo, no sabéis questa tierra es de Chacón mi señor? Deveis de iros luego de aquí, assi vos como esos otros, donde no, si aveis de poblar aquí, aveis de poblar los pies arriba y las cabezas abaxo a manera de sarmientos”, haciendo que la mayoría de ellos abandonaran el lugar tras la amenaza de ser enterrados.
Hubo muchos debates sobre esta población con los señores y vecinos de Casarrubios del Monte, pleitos que don Gonzalo Chacón emprendería y mantendría junto con los de los marqueses de Moya. Los emprendidos por la fundación de Navalcarnero fueron continuados por sus sucesores, durando cerca de cien años y finalizando después de 1600 con una resolución tibia que no dejó ver claramente la sentencia. Navalcarnero estuvo perteneciendo a la jurisdicción de Segovia dentro del sexmo de Casarrubios, de la que se eximió por compra en 1628.

Desde la repoblación y creación del sexmo homónimo, la villa de Casarrubios del Monte perteneció administrativamente a la ciudad de Segovia. Una vez fuera de él, el desorden administrativo proveniente de principios de la Edad Media no deja ver claramente su pertenencia. Durante los grandes pleitos que hemos visto (siglos XVI y XVII), nuestra villa pertenecía a Madrid y en 1571 figuraba como lugar de señorío en la provincia de Toledo. Tres años más tarde, en el repartimiento de aljamas de los judíos, estaba integrada en el Arzobispado de Toledo. En el censo de 1604, copia de otro de 1591, la villa de Casarrubios del Monte se encontraba enclavada en la Tierra de Madrid como (y parece ser un error) perteneciente al condado de “Puñon Rostro”.
En 1749, con Felipe V, se intentó llevar a cabo una división administrativa coherente. Se crearon intendencias que fueron las precursoras de las provincias. A la intendencia de Madrid, llamada Tierra de Madrid, se le agregó parte del sexmo de Casarrubios con los términos de Casarrubios del Monte, Valmojado, Camarena, Las Ventas de Retamosa, Santa Cruz de Retamar, Quismondo, Maqueda, Val de Santo Domingo y Villamanta, por lo que en el censo de población de la Corona de Castilla del marqués de la Ensenada de 1752, nuestra villa aparece ubicada en esa provincia y seguiría figurando en el mismo catastro de 1754.
Finalmente, la desaparición de los señoríos jurisdiccionales en 1801 y posteriormente el Decreto de 30 de noviembre de 1833 bajo la regencia de Maria Cristina, establecía una nueva división provincial diseñada por el secretario de Estado y Despacho de Fomento Javier de Burgos quien, basándose en una cartografía obsoleta y errónea, sin ningún criterio histórico, político ni geográfico, estableció los nuevos límites provinciales de España. En el caso del sexmo de Casarrubios se separaron pueblos que habían estado conviviendo juntos desde hacía siglos. Villamanta, Navalcarnero, Batres o El Álamo se incluyeron en la provincia de Madrid y a la de Toledo pasaron Borox, Méntrida, Seseña, Torre de Esteban Hambran, Ugena, Valmojado y el propio Casarrubios del Monte. Pueblos que desde principios de la Edad Media estuvieron perteneciendo a Segovia y desde 1749 a Madrid.


Fajarlo.

sábado, 8 de mayo de 2010

SEXMO DE CASARRUBIOS. SEGUNDA PARTE


A finales del siglo XV los Reyes Católicos llevaron a cabo la política de pagar a sus nobles adeptos con tierras y posesiones, por lo que crearon el señorío de Chinchón con parte de las tierras de los sexmos de Valdemoro y parte del de Casarrubios para favorecer a los marqueses de Moya, acción que no solo trajo a nuestra villa gran cantidad de problemas con los vecinos de las tierras sustraídas, sino que también ocasionó las iras y protestas del pueblo segoviano que, con gran sentido de lo suyo, no querían esta separación. El hecho, suficientemente conocido, no pasó desapercibido por Diego de Colmenares, quien dejó en sus crónicas el testimonio de las protestas y revueltas llevadas a cabo con tal motivo por los segovianos.
El cinco de junio de 1480 los Reyes Católicos hacen merced al alcalde Andrés Cabrera de mil doscientos vasallos en todo el sexto de Valdemoro y parte del de Casarrubios, con título entonces de empeño, para dárselo después en otra parte. Diese orden a Francisco González de Sevilla, escribano mayor de rentas, fuese a contar los mil doscientos vasallos (de los cuales al sexto de Casarrubios le correspondieron 444) y los entregase a Cabrera; eximiéndolos de la jurisdicción de Segovia, la cual suplicó de la enajenación y vencida la negociación el pueblo levanto tres cadalsos en diferentes partes de la ciudad, cubiertos de luto en los cuales se dijo en voz alta:





“Sepan todos los de esta Ciudad, y Tierra, y toda Castilla, como se dan mil y doscientos vasallos de esta jurisdicción al mayordomo Cabrera, contra el juramento de no enajenar cosa alguna de la corona real. Y la Ciudad ni tierra no consienten tal enajenación; antes protestan a la injusticia y nulidad, ante Dios y el Papa.
Levantó el pueblo horribles voces, abofeteando a los niños para que conservasen la memoria de esta reclamación, repitiendo lo mismo en las otras plazas y cadalsos”.



Dicha disgregación supuso una afrenta tan grande hacia la ciudad de Segovia que sus gentes, disconformes con tal medida, no la aceptaron, y las crónicas de la época siguieron reflejando sus protestas de esta forma:





“Nosotros, el concejo, justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la muy noble y muy leal ciudad de Segovia, al tener noticia de que los reyes han tomado el sexto de Valdemoro y gran parte del de Casarrubios, para darlo al mayordomo Andrés Cabrera y a doña Beatriz de Bobadilla, su mujer, con gran daño nuestro, contra las leyes de los reinos y contra las promesas y juramentos que nos tenían hechos en contrario, sin contar con nosotros, sin justa razón ni causa, y contra nuestra voluntad, protestamos no consentirlo en tiempo alguno, sino buscar remedio contra ello, y pues el presente no podemos hacer más y por mayor muestra, señal y memoria de nuestra queja, agravio y protestación que públicamente hacemos, nos Cubrimos de luto y otrosí cubrimos el pendón de la ciudad y quebramos esta tinaja y hacemos esta ahumada”.



Las protestas llegaron a tal extremo que los reyes se vieron obligados a enviar una carta al consejo de Segovia el 29 de junio de 1480, ordenando el cese de las protestas y justificando la separación de la ciudad de parte de los sexmos de Valdemoro y Casarrubios.
En 1504 la reina Isabel mandó en su testamento que fueran restituidos a Segovia los pueblos y vasallos que de su jurisdicción se habían dado al converso Andrés Cabrera en 1480, lo que no se llevó a cabo hasta 1593 en que se puso fin a estos pleitos con el acuerdo entre el obispo de Segovia, Andrés Pacheco, y el entonces conde de Chichón, por los que la ciudad cedía todos los derechos al conde a cambio de dos mil ducados de renta que éste debía abonar cada año. Confirmó esta concordia el rey Felipe II en Illescas el veintitrés de mayo de 1593.
La creación del señorío de Chichón supuso para el sexmo de Casarrubios la pérdida de varias villas y aldeas de su jurisdicción situadas en ambas orillas del río Guadarrama; Odón, Sacedón, Brunete, Cienvallejos Quijorna, Tiracentenos, Zarzuela, La Cabeza, la Veguilla, Serranillos, Moraleja la Mayor, Moraleja de Enmedio...., además de 444 vasallos. Tan notoria fue esta segregación que supuso un gran dolor para las gentes de Segovia.
Casarrubios del Monte, independizada de Segovia, seguía manteniendo buenas relaciones con los pueblos que ahora quedaban separados, aunque también se vio muy afectada por esta segregación debido a que si hasta entonces venía disfrutando de la leña y pastos de las tierras comunes, ahora divididas entre los marqueses de Moya y el comendador Gonzalo Chacón, tuvo que replegarse y contar solo con Móstoles y Arroyomolinos que quedaron de la otra parte del Guadarrama. Tierras en la que recientemente se ha instalado un gran centro comercial y siguen llevando el nombre de Gonzalo Chacón.
El comendador Gonzalo Chacón, señor de las villas de Casarrubios y Arroyomolinos, creyó perder la propiedad y autoridad sobre alguno de los pueblos de su jurisdicción y, si mal pudo sentarle esta pequeña sustracción, peor fue que dichas propiedades favorecieran a Andrés Cabrera, quien no contaba con su afecto desde años antes en que, siendo alcaide del Alcázar de Segovia (1476), mandado por la reina tuvo que ser suplantado por Gonzalo Chacón para apaciguar la revuelta que los segovianos levantaron contra él.
Como fiel servidor de la reina Isabel, don Gonzalo aceptó tal decisión, pero no le impidió realizar todo tipo de gestiones ante la corona encaminadas a recuperar lo que se le había substraído. Para ello y junto con la villa de Casarrubios del Monte, comenzó un largo enfrentamiento contra los marqueses de Moya que llegaría más allá de los tribunales y sería conocido como el primer gran pleito de don Gonzalo Chacón y su villa de Casarrubios del Monte.
El conflicto enfrentó a las gentes de uno y otro, peleas, apresamientos, quemas de montes, robos de mercancías… se sucedían, seguido de todo tipo de agravios siempre que la ocasión se presentaba, por lo que las mutuas acusaciones tuvieron bien ocupada a la justicia que no había resuelto un pleito cuando habrían otros nuevos. La peor parte de estas luchas las padecieron los vecinos que habitaban las zonas limítrofes. Ambas partes sufrieron las mismas e idénticas agresiones. Batres vio ocupadas sus tierras por los criados de los marqueses de Moya, lo que hizo integrarse en los procesos a Garcilaso de la Vega. Cubas y Griñón padecieron el apresamiento de sus vecinos. Móstoles y Arroyomolinos siguieron en la propiedad del comendador pero en la otra parte del río Guadarrama, mayoritariamente tierras de los marqueses, teniendo que soportar las afrentas cuando viajaban a esta parte. Los vecinos de Moraleja y Zarzuela, en cambio, vieron como el comendador les impedía el paso por un camino viejo de su propiedad que estaba cerca de Arroyomolinos y la prohibición de “hacer harina en los molinos de su propiedad”.
La propia villa de Casarrubios del Monte no quedó inmune en estas luchas. Sufrió el apresamiento de algunos de sus vecinos y el incendio de más de dos leguas de sus montes por parte de los vecinos de Brunete y Sacedón, instigados por los marqueses. Sus gentes tenían dificultades para viajar con seguridad por el camino real que les conducía a Arroyomolinos sin sufrir algún tipo de injurias. A la vez, los vecinos de Casarrubios fueron acusados entre otros delitos de apalear a un alcalde de las Moralejas, atacar a vecinos de La Cabeza y, junto con vecinos de El Álamo, de ocupar tierras de la Zarzuela y talar su dehesa.
Las peleas produjeron tal cantidad de pleitos que algunos se prolongaron durante largo tiempo. Las personas que debían testificar se negaban a hacerlo o pedían seguridad, temerosas de sufrir ataques de los contrarios.
A fin de restituir los términos entre unos y otros se intentó restablecer los mojones que se habían derrocado con una sentencia que delimitara los términos de los lugares de Serranillos, Zarzuela, La Cabeza y las dos Moralejas, pero los límites no fueron aceptados por disconformidad de los vecinos de estas poblaciones con los de Casarrubios. Esto dio origen a nuevos pleitos que el juez de términos de Madrid, al que se le ordenó concluirlos, le resultó difícil resolver por estar ambas partes amparadas por sus respectivos señores, quienes gozaban de gran influencia, resultando tarea difícil el poder mantener la paz en la zona.
Condenado el comendador a una pena de 100.000 maravedíes, inmediatamente fue suspendida y, otra, que le obligaba a resarcir a los vecinos por los daños causados, no se llegó a ejecutar motivada por la excusa del exceso de ocupaciones de los designados a informar dicha sentencia.
Otras sentencias dadas fueron las siguientes:





• “Que se informe si la población que se hace nuevamente [¿?] por dicho comendador es contra la sentencia dada, en cuyo caso la mande deshacer”.
• “Que se mande deshacer la horca, casas y demás señales de jurisdicción que el marqués y la marquesa de Moya habían puesto en términos, que habían sido declarados comunes”.
• “Que se resuelva la demanda puesta por el comendador don Gonzalo Chacón, mayordomo mayor y por los concejos de Casarrubios y Arroyomolinos, contra varios criados del marqués y marquesa de Moya, que habían apaleado y llevado preso a Juan García, vecino de la segunda villa, y lo tenían en Moraleja la Mayor, que es de dichos marqueses”.



El archivo general de Simancas guarda los documentos que muestran la absoluta disconformidad de la ciudad de Segovia, del sexmo de Casarrubios y la propia villa de Casarrubios del Monte, con la decisión tomada por los Reyes Católicos que, pasado más de un siglo (1616), seguían sin resolverse por completo a pesar de darse en ese tiempo todo tipo de sentencias seguidas de las apelaciones correspondientes.

jueves, 15 de abril de 2010

SEXMO DE CASARRUBIOS. PRIMERA PARTE

LA VILLA DE CASARRUBIOS DEL MONTE
CABEZA DEL SEXMO HOMÓNIMO SEGOVIANO


A principios de la Edad Media se crearon los sexmos, divisiones administrativas que incluían una serie de pueblos asociados para la defensa y aprovechamiento de sus intereses. El territorio castellano se dividía en lo que se dio en llamar Comunidades de Ciudad y Tierras, agrupadas entorno a una ciudad que las protegía y centralizaba su administración, tanto judicial como política. De esta forma nacía en 1088 la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia, con autonomía propia y sin otra autoridad superior que la del rey. Para poder administrarla con fines fiscales, en un principio se dividió en seis partes, de aquí el nombre de sexmos que, si en un principio solo eran seis; San Millán, San Martín, San Llorente (Lorenzo), Santa Olalla (Eulalia), La Trinidad y Cabezas, en 1297 se añadía uno nuevo, el de El Espinar y, a partir de 1302, ya bastante avanzada la repoblación de la parte sur de la cordillera, se añadieron cuatro, los de Valdelozoya, Casarrubios, Valdemoro y Posaderas. Es en este mismo año cuando aparecieron las ordenanzas, hasta ahora no escritas y basadas en usos y costumbres, que regulaban los sexmos del sur, donde se encontraba enclavada la población de Casarrubios del Monte que fue designada como cabeza del sexmo homónimo.

El sexmo de Casarrubios estaba formado por las tierras al oeste de la cuenca del Guadarrama, que pasaron a formar parte del alfoz segoviano con una extensión aproximada de 1.300 kilómetros cuadrados y unas 66 poblaciones, de las cuales hoy no llegan a 40. Entre ellas se encontraban Aldea del Fresno, Colmenar del Arroyo, Zarzalejo, El Escorial, Fresnedillas, Navalcarnero (a partir de su fundación), Navalagamella, Sevilla la Nueva, Borox, Seseña, Casarrubios del Monte, Valmojado, Torre de Esteban Hambran, Ugena, Robledo de Chavela, Quijorna, Chapinería, Valdemorillo, Santa Maria de la Alameda, Villamantilla, Villanueva de la Cañada, las aldeas de Serranillos del Valle, Moraleja de Enmedio y Moraleja la Mayor, Batres, Arroyomolinos, Odón (Villaviciosa), Brunete, San Martín de Valdeiglesias, Boadilla, etc., y aldeas ya desaparecidas como Sacedón, Cienvallejos, Tiracentenos, Zarzuela, La Veguilla, Sagrilla o La Cabeza.


Casarrubios del Monte vio acrecentada su importancia al ser designada cabecera del sexmo, debido a que a ella se acudía a pagar los tributos y a dirimir algunos de los problemas surgidos dentro del sexmo. Así queda reflejado en varios documentos de la época entre los que, a modo de curiosidad, se cita el pleito que entablaron vecinos de Carranque con ciertos alguaciles de la ciudad de Segovia a los que atacaron, o el que relata lo ocurrido en 1608, cuando las gentes de Méntrida se amotinaron contra autoridades segovianas impidiendo el amojonamiento de Berciana, entre las que se encontraban algunas personas de Casarrubios del Monte como representantes de la autoridad sexmera. Un testigo del juicio por el motín dejó el siguiente comentario:
“... al que se juzgaba no quiso declarar lo que el juez quería oír, por que no lo sabia, lo que ocasiono la cólera del juez que le dio cinco bofetadas con la mano abierta y le atemorizaba amenazándole para que dijese lo que el juez quería oír. Diciéndole muchas veces que había de traer potro y verdugo para darle tormento y así diría lo que el juez quería que dijese, y que trajesen un jumento, que quería que le azotasen; haciéndole otros muchos malos tratamientos, y así procedió con las restantes personas que tenia presas, de tal modo que todos los vecinos estaban atemorizados. Y les continuó amenazando que les había de dar 200 azotes, y que fueran a Casarrubios por un verdugo para dárselos”.

En otro documento aparece apresada Juana, mujer de Pedro Sánchez de Viana, y llevada a Casarrubios del Monte para que allí pueda hacerse justicia, o el que presentan los sexmeros de la tierra de Casarrubios del Monte contra los abusos cometidos por el capitán de los guardias a caballo, Miguel de Oviedo, contra el sexmo de Casarrubios, permitiendo que personas ajenas saquen leña y se lleven la caza de sus términos.

Del amplio territorio que llegó a tener la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia, el sexmo de Casarrubios era el más meridional y alejado y, por consiguiente, el más propenso a la disgregación, lo cual así sucedió. Primero, la cabeza del sexmo. La villa de Casarrubios del Monte acababa de adquirir fueros propios, por lo que dejó gran parte de la dependencia que tenía de Segovia, que en lenguaje más moderno diríamos que alcanzó un cierto grado de autonomía. Al separarse de Segovia con sus anejos, lógicamente dejó la cabecera del sexmo, siendo remplazado por El Escorial. La independencia y el poco tiempo que la villa de Casarrubios y sus anejos estuvieron integrados en el sexmo, ocasionó que muchos documentos y mapas no contemplen a nuestra villa como parte integrante del mismo, pero como recuerdo de aquel liderazgo y dando fe de ello, es que el sexmo se llamó y sigue llamándose, sexmo de Casarrubios.La independencia de Segovia no acabó con las buenas relaciones que nuestra villa mantenía con los restantes pueblos que siguieron perteneciendo al sexmo, fue tiempo después cuando estas se alteraron debido a la siguiente segregación.

jueves, 1 de abril de 2010

UNA ESTANCIA POCO CONOCIDA

De cuando el cuerpo de la reyna nuestra señora pasó por Casarrubios del Monte. Así de claro nos lo dicen los vecinos de la villa en un documento sobre un pleito que entablaron por la provisión que debían de dar a soldados y hombres de armas entre todos los vecinos; hijosdalgos, familiares y oficiales del Ayuntamiento y no solo los pecheros. Dichas palabras descubren el paso por Casarrubios del cadáver de la reina doña Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II.
Su fallecimiento en Badajoz el 25 de octubre de 1580 fue debido a una gripe, dicen, contagiada por el Rey cuando se dirigían a Portugal. Al día siguiente Felipe II envió una carta al conde de Osuna encargándole el traslado de los restos de la Reina al Monasterio de El Escorial, siendo acompañado por el Obispo de Badajoz y con intervención del Cardenal Arzobispo de Toledo. Daba, también, instrucciones sobre el orden a seguir en las jornadas de traslado del cuerpo que contemplarían el paso por Casarrubios del Monte. Visita que nos ha llegado a través de los propios vecinos que años más tarde referían sobre el alojamiento que debieron dar a las gentes que componían el cortejo fúnebre.
Doña Ana de Austria fue madre de cinco infantes; Fernando, Carlos Lorenzo, Diego y María, todos fallecidos en su infancia, así como del heredero, el futuro Felipe III, teniendo como dama de honor a doña María Chacón, nacida en esta villa e hija del II Señor de Casarrubios, quien también fue aya del infante Diego y de las otras hijas de Felipe II, Clara Eugenia y Catalina Micaela.
A pesar de las prontas diligencias para su traslado, el cuerpo, momentáneamente, fue sepultado en el monasterio de Santa Ana de la ciudad pacense, donde lo recuerdan con una lápida en el suelo del coro que guarda las entrañas de la “sereníssima reina de España Doña Anna de Austria madre del rei Don Phelipe tersero”.
El cortejo fúnebre debió realizarse poco tiempo después, pasando por Casarrubios del Monte con destino a El Escorial.

viernes, 1 de enero de 2010

ARMAS DE CASARRUBIOS DEL MONTE



A partir de mediados del siglo XVII, con el enlace del V conde de Casarrubios, don Juan de Chavez Chacón, con doña Ana Mª de Zúñiga Avellaneda, condesa de Miranda (1669), la villa de Casarrubios del Monte inició una dejación sin límites de lo propio en favor de lo ajeno, acompañada de la pérdida de su patrimonio histórico-artístico y cultural. Señas identificativas con las que orgullosamente había vivido. Pérdidas que, si bien fueron propiciadas por los propios condes, las siguieron de forma decisiva munícipes, clérigos y vecinos.
El título del condado de Casarrubios, que prestigiosamente había llevado en los últimos años don Francisco Zapata y Suárez de Mendoza, IV conde consorte y segundo esposo de Dª. Isabel Chacón, comenzó a perder prestigio frente al de Miranda, con el que comenzó a denominarse su hijastro, don Juan de Chavez, tras su matrimonio.
La salida de don Juan de Chavez de Casarrubios marcó un antes y un después en la historia de la villa y su condado. La casa palacio comenzó a denominarse de los condes de Miranda en lugar de los de Casarrubios como habitualmente era conocida. La residencia oficial del condado, en su pueblo cabecera, quedó abandonada en manos de administradores que llevaron el bello palacio cantado por Quevedo, al siglo XX convertido en una completa ruina. Por lo tanto, título y palacio comenzaron a difuminarse de la memoria y paisaje de Casarrubios del Monte.

Tristemente, el condado de Casarrubios fue diluyéndose de la memoria de sus gentes y del resto de Castilla, perdido entre otros títulos nobiliarios. Ya no era tan mencionado como su vecino y hermano de la Puebla de Montalbán. Ambos señoríos regidos en otros tiempos por los hermanos Chacón. Gonzalo en nuestro caso y Leonor en el pueblano. Y para qué decir de haber sido Casarrubios del Monte cabecera del sexmo homónimo segoviano. Sí, fue por poco tiempo, pero el suficiente para dar nombre a un sexmo que, aunque sea como hecho histórico o cultural, aún existe. Una cosa trajo la otra, siendo pareja la pérdida de la memoria del condado con la categoría de la villa.

El declive de la historia de Casarrubios de la memoria, que no su extinción, comenzó a finales del siglo XVII y continuó hasta finalizar el siglo XX. Acentuándose la pérdida de su identidad con el desdibujamiento de la villa a medida que desaparecían edificios emblemáticos que había formado parte del conjunto histórico-urbanístico, que impedían su vuelta atrás. A la casa-palacio de los señores y condes de Casarrubios seguirían otras casas solariegas con sus escudos de armas correspondientes como las casas de los Bustamante y Espinosa Rivadeneira en la calle de La Villa, la de los Cárdenas en la del Hospital, y tantas otras. La desaparición del convento de San Agustín tras la desamortización de la “incultura” y de la parroquia de San Andrés, fueron claves para la villa. Bien es verdad que la difícil economía y el momento político en esos tiempos para Casarrubios, no auguraban buenas relaciones con el clero para emprender obras que impidieran su desaparición.
El rico patrimonio artístico-cultural concentrado en la parroquia de Santa María tras la desaparición de la de San Andrés, enormemente mermado, aún dejaba ver algunas piezas en los cercanos años sesenta, pero algún cura advenedizo ha hecho desaparecer olvidando que pertenecían al pueblo más que a la Iglesia y, sobre todo, de ningún modo patrimonio particular del oportunista párroco de turno. Aún queda en el recuerdo, cuando hace apenas cuarenta años, el sinfín de ropajes y objetos sagrados, conjuntos de casullas y ternos de diversos colores, fueron fotografiados para confeccionar un inventario que, paradójicamente, también ha desaparecido. ¿Dónde está toda esta riqueza cultural cuando aún no han pasado el medio siglo? Solamente una vez el pueblo se ha unido frente al expolio. Fue, cuando las campanas llamando a arrebato, congregaron a gran parte del pueblo frente a un posible saqueo de cuadros de la iglesia por otro eclesiástico que tuvo que salir por pies para no verse linchado por los propios vecinos.

El desinterés que siempre ha existido por los monumentos y restos arquitectónicos del pasado han llevado a una bárbara y salvaje modificación de sus casas solariegas, mutilando con puertas y ventanas edificios que debían protegerse al igual que hacen otros pueblos. Escudos nobiliarios que hablaban de la historia y de las gentes que en otros tiempos habitaron la villa, sacrificados en beneficio de algún farol o balconada en el mejor de los casos. Otros han servido de cimentación a nuevas construcciones. El ejemplo lo tenemos en la indiferencia con la que se restauró la Picota a principios del siglo XX. Dejadez y liberalismo con el que se ha replicado recientemente.

El poco aprecio por lo que aún puede recuperarse se demuestra claramente en las lápidas sepulcrales del siglo XVII que continúan deteriorándose a la entrada del cementerio y que pronto acompañarán a las desparecidas colocadas en las cunetas de la carretera a su paso por la población.
Otro símbolo de la villa es el antiguo hospital del Corpus Christi, obra del siglo XVII y alguna otra casa más que, aún en pié, se resisten por legar a los casarrubieros el recuerdo de brillantez de tiempos pretéritos. Con su desaparición contribuirían, aún más, al olvido del pasado glorioso de Casarrubios del Monte.

Las distintas corporaciones municipales han venido contribuyendo de manera decisiva a la pérdida del patrimonio histórico a lo largo de los siglos. Con su desconocimiento han colaborado al olvido de su historia. Ejemplo de ello fue dar a una calle el nombre de Duquesa de Alba, título que para nada tiene que ver con la Villa, en detrimento de Condesa de Casarrubios, que hubiera sido lo propio. Se desconoce las razones de tal decisión, si fueron debidas a una confusión o desinformación, cosa que dice mucho de su cultura y responsabiliza a todo un pueblo de su desacertada decisión, alcanzando a los que consienten tal barrabasada y no la remedian.

Para conservar nuestras raíces sería necesario comenzar por salvaguardar aquellos vestigios que sobreviven del pasado. Sea, como se ha dicho, cualquier resto arqueológico, artístico o documental. Entre los últimos se encuentran los que hablan de las armas que en un tiempo poseyó la villa de Casarrubios del Monte, base y fundamento de nuestro pasado.

Las primeras noticias sobre las armas que tuvo la villa de Casarrubios del Monte llegan de boca de los propios vecinos al dar respuesta en 1578 al interrogatorio realizado por el licenciado Bustos Villegas a iniciativa de Felipe II. A la sexta pregunta sobre el escudo de armas que el dicho pueblo tuviese, dicen:
“Tiene por armas unas encinas, el origen no se sabe más de pensar que por las muchas encinas que en otro tiempo hubo”.

A través de los siglos las armas fueron modificándose, llegando así al escudo más representativo que la villa ha tenido. Según dicen Ruz Márquez y Ventura Leblic, en la Heráldica Municipal de la Provincia de Toledo, “Consta de una corona ducal, dos castillos y encinas”,
Gráficamente, el primer escudo que ha llegado a nosotros es el utilizado por el Ayuntamiento en 1876. Se trata de dos castillos puestos en faja acompañados en jefe de una corona indeterminada que puede ser marquesal o ducal, de la que Ruz Márquez y Leblic dice no representa a los Chacón por ser la del ducado de Alba, y en punta una encina. Así aparece en documentos y libros de la época, como el de Ponencias, Comunicaciones y Conclusiones del I Congreso Italo-español de Historia municipal y de la V asamblea de la Asociación de Hidalgos. Celebrado en Roma del 5 al 10 de octubre de 1958, en el que trataron sobre los antecedentes referentes a los sellos municipales de Castilla la Nueva conservados en la sección de sigilografía del Archivo Histórico Nacional de Madrid. Relacionando los pueblos que componen estas provincias dicen; relativamente son muy pocos los que gozaban de escudo privativo en el último cuarto de siglo pasado, pero allí estaba el nuestro, y así fue representado en la página 112 de dicho libro.
El escudo fue usado por la alcaldía y llevaba en su bordadura la leyenda ALCALDIA CONSTL. DE CASARRUBIOS DEL MONTE y, dichas armas, representaron a nuestra villa y ningún otro diseño podría hacerlo mejor, sobre todo, atendiendo a las raíces históricas.
Al quedar suprimidos en el siglo XIX los derechos feudales, se promulgó un decreto por el que los ayuntamientos se encargaban de la supresión de todos los signos señoriales existentes. Luego, la república y la dictadura obligaron a la desaparición de dichas armas. Parece que con el tiempo se intentó eliminar la corona del escudo y, suponemos que, aprovechando tal modificación, decidieron confeccionar uno nuevo. Sacaron la corona del escudo y la pusieron sobre él, le colocaron unos lambrequines y eliminaron un castillo. En resumidas cuentas, adoptaron unas armas de las que desconocemos su auténtico significado.

En 1997 la corporación municipal, atendiendo la regulación de la restauración, creación o confirmación de las armas municipales, decidió cambiar las armas que venían identificando la villa desde 1906, alegando que dichas armas no se correspondían con la heráldica municipal existente ni representaban debidamente a nuestra villa. Evidentemente, era así, pues el escudo presumía más de diseño que de representatividad, por lo que decidieron encargar a una empresa en heráldica el diseño de sus armas. La empresa debió investigar poco la historia de la villa y propuso unas armas que, igualmente a las anteriores, nada tenían que ver con Casarrubios del Monte, a decir de las que en otros tiempos tuvo.

El escudo propuesto podría tener una armería variopinta, fácilmente justificable a sus diseñadores, y presentaron un escudo con una armería que, sin mayores consultas ni complicaciones, acepto la corporación municipal, ignorando el grave error que cometían al despreciar la singularidad de la villa, poseedora de armas propias desde hacía siglos a diferencia de la mayoría de los pueblos carentes de ellas. Su decisión no les hizo pensar que serían censurados por la alteración o aberración histórica que dejaban para el futuro.

A decir de sus diseñadores, las armas adoptadas constituyen una armería óptima, en estrecha relación con la vieja armería. Así ofrecieron un escudo partido.

PRIMERO: En campo de azur un monte de oro, superado de una casa fuerte de lo mismo, acompañados en jefe y en punta, por un creciente ranversado de plata.
SEGUNDO: De azur con una flor de lis de oro. Timbrado con la corona real de España cerrada.
CASA-RUBIOS es representado con una casa de oro o casa fuerte que representa la “Casa Fuerte” de Dª. Inés de Ayala, situada en el patio del palacio. Igualmente, DEL MONTE es representado por un monte de altura. Todo ello adornado con los DOS CRECIENES RAMBERSADOS que situados en jefe, simbolizan el triunfo de los casarrubieros en la batalla de las Navas de Tolosa.
Adoptando la flor de lis que la casa Chacón llevaba en el primer cuartel de sus armas para el segundo cuartel.

Dicho escudo presenta las siguientes contradicciones:

• CASTILLO, dicen representar a Casarrubios con una casa rubia o de oro. Argumentan ser la casa de doña Inés, por decir algo, pero pudiera ser de doña Clara, Francisca, Isabel, etc. A todas, y a más, perteneció el torreón. Argumento simple, pues representar a Casarrubios con un solo castillo es perder algo muy nuestro.
• MONTE, simbolizado por un monte de altura que para nada tiene que ver con nuestra toponimia de monte de espesura. Evidentemente, los diseñadores no se dieron una vuelta por los alrededores. Tampoco sabían que a este pueblo lo de “monte” le viene por la espesura que en otros tiempos hubo en sus inmediaciones. Error total e inasumible.
• CRECIENTES RANVERSADOS, dicen, que simbolizan el triunfo de los casarrubieros en la batalla de las Navas de Tolosa, cosa que en heráldica es representado con cadenas o bordadura de gules con la cruz o aspas de San Andrés que Alfonso VIII concedió a los que participaron en dicha batalla. De hecho, así se encuentran reflejadas en el escudo de una de las casas de la villa.
• FLOR DE LIS, es uno de los elementos más comunes en heráldica que van bien para casi todo pero, en este caso, representar a la casa Chacón con uno de sus símbolos no parece el más adecuado ¿Por qué no el lobo? A pesar del purismo de los heraldistas municipales, al menos, debería llevar la mitad de sus armas, lis y león, para representar la casa Chacón. Otros pueblos, como Villamanta o Las Ventas, aluden a los Chacón con sus armas al completo, señoreando su pertenencia en un pasado al condado de Casarrubios.
Lo mismo hacen pueblos de la provincia de Segovia, que no quieren olvidar su pertenencia al sexmo de Casarrubios, como Alameda del Valle, Chapinería, Fresnedillas de la Oliva, Guadalix de la Sierra, Navalagamella, Navalafuente, Sta. Mª de la Alameda, Valdelaguna, Zarzalejo o el propio Villamanta, adoptando en sus armas el acueducto de esa ciudad. Pueblos que no quieren perder sus raíces históricas.

En cuanto a lo propio, a lo autóctono y representativo de la villa de Casarrubios del Monte, como son sus símbolos identificativos, lo más coherente hubiera sido recuperar los más antiguos conocidos, pero la justificación de los honorarios obligaba a presentar un trabajo nuevo.

Según los heraldistas, cuanto mas sencillo sea un escudo, mucho mejor. Siempre que sea posible, habrá que recurrir a la sencillez, situación o toponimia geográfica del pueblo, etc. Los escudos municipales deben recoger y significar los rasgos esenciales del pasado histórico de cada población. De esta forma, cumplirá la esencial función de resaltar la peculiaridad propia de la comunidad, su identidad cultural y las singularidades que la diferencien de las demás.
Atendiendo a esta premisa, las armas más representativas de nuestra villa serían las que desde antiguo usó Casarrubios del Monte:

Corona condal en Jefe. La corona representando dominación y señorío. Efectivamente. Casarrubios del Monte era la villa cabecera del señorío, primero, y del condado que llevaba su nombre, después. Verdadero centro administrativo donde se practicaba justicia y dirimían asuntos administrativos derivados de ese poder ejercido por el señor o conde. Claramente, la corona representa el liderazgo histórico de la villa durante siglos. El rollo de justicia es otro símbolo perfectamente representativo de la autoridad que Casarrubios del Monte poseyó en otros tiempos. Ambos reflejan el poder de la villa como centro administrativo, primero, del sexmo, luego, del Señorío y, por último, del Condado. Siendo la corona la más indicada por encontrarse ya de antiguo formando parte de las armas de la villa.

Dos castillos puestos en faja. La villa iniciaba el siglo XVI con una nueva fortaleza que, aún inacabada, hacía pareja con la vieja que de antiguo existía en el patio del palacio. Ambas eran consideradas verdaderos símbolos urbanos de Casarrubios del Monte y denominadas por sus vecinos como fortaleza vieja y fortaleza nueva.
Igualmente, hoy día podrían representar la pertenencia de la villa a las dos castillas; en un principio a Segovia, Castilla León, y luego, tras pertenecer a Madrid, pasó a Toledo, Castilla-La Mancha. Por lo tanto, los dos castillos están más que justificados en su escudo.

Encina en punta. Por excelencia, la encina era el signo representativo. “del Monte” y el primer símbolo conocido de las armas de la villa. Aunque, desgraciadamente, hoy día no quede ninguna en sus alrededores, este símbolo no puede desaparecer por haber sido el guión de Casarrubios del Monte desde antiguo.

Los vecinos de Casarrubios afirmaban en 1576 que la villa tenía por armas unas encinas, por lo que dicho símbolo era emblema considerado proveniente y hereditario de aquel escudo inicial que en un principio tuviera la población. Verdadero símbolo de “monte”, no de altura, sino de espesura, de donde a este sitio de Casarrubios se le añadió del Monte porque toda esta tierra fue de monte espeso de encina, como seguían diciendo aquellos vecinos.
El monte se extendía por las inmediaciones de Casarrubios y llegaba a las proximidades de Villamanta y Méntrida. Ocupando el paraje donde hoy se asienta el polígono de Monte Boyal, sus alrededores y Calipo. De siempre conocido y denominado por todos los casarrubieros como “El Monte”. Aquel en el que Alfonso XI, en su libro de montería, afirmaba existían osos.
El Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España, editado en 1847, dice “…hay así mismo un monte de encinas pequeñas todavía, distante ½ legua y las dehesas de pasto del vecindario se reducen a las yerbas de este monte y de los terrenos que lindan con él, titulados dehesa boyar…”
Poco a poco fue roturándose para el cultivo y llegó a las postrimerías del siglo XIX con tan solo unas tres mil encinas que, una vez desaparecidas, dieron paso a un paraje exento de altura. Por lo que el símbolo de la encina no puede desaparecer del escudo.

De esta forma, guste o no, parezca más o menos bonito, Casarrubios del Monte seguiría con las armas que mejor han representado, histórica y toponímicamente la villa. Ningún otro diseño podría hacerlo mejor.
Cabría la posibilidad de incluir más muebles que adornaran el escudo pero, como queda dicho, cuanto más sencillo sea, mejor. Quedando el mismo escudo que teníamos.

Se desconocen los colores, si los tuvo, del antiguo escudo, siendo hoy fácilmente justificable cualquiera de ellos por los heraldistas. De momento, para darle colorido a modo de diseño, podríamos aceptar el sinople y oro por una razón más que justificable. El sinople (verde en heráldica) hace referencia al monte de espesura que en otro tiempo se extendía en las cercanías de la villa que, roturado para el cultivo, dio paso al oro (amarillo) de sus campos de cereales, base fundamental de la economía casarrubiera durante siglos, cuyos pastos alimentaron grandes rebaños.

Como queda dicho, no somos un pueblo que adolezcamos de armas propias, muy al contrario, somos uno de los pocos pueblos que de siempre hemos gozado de heráldica municipal, por lo que no hubiera sido necesario cambiarlas ni comprar otras, solo se tenía que haber investigado un poco y no dejar perder la honra de poseer un escudo tan antiguo. Su cambio ha supuesto un paso más en la pérdida de nuestra propia identidad porque, una cosa es modernizar y otra, muy distinta, cambiar.
Cada año un gran número de Ayuntamientos rehabilitan o adoptan viejos o nuevos escudos de armas, por lo que no estaría de más que los propios casarrubieros reflexionáramos si volver a las armas o quedarnos con estas que niegan nuestro pasado. No creo que los toledanos admitieran la pérdida de su águila bicéfala o los madrileños su oso. Si ya hemos perdido tanto patrimonio histórico-artístico-cultural ¿Por qué perder también nuestras armas? ¿Qué estamos haciendo?

El colofón de los despropósitos descritos llega a la actualidad con el cambio de patrón. No gusta el que hay o la ignorancia es tan atrevida que llega a dar miedo. Ignorar al que desde hace más de quinientos años viene siendo el patrono de la villa es más que un atrevimiento. Testimonio de ello podemos encontrarlo en infinidad de documentos históricos de la villa, como una partida de matrimonio recientemente leída de 1648, en la que el licenciado Manuel Fernández Corona, Presbítero de Casarrubios, dejaba escrito: en la Iglesia parroquial de San Andrés, titular y patrón de esta villa. Y así lo volvía afirmar el 8 de abril de 1683 Bernardino Rubio, quien se nombraba como Notario público Apostólico, aprobado por autoridad Apostólica y Ordinaria de la villa de Casarrubios del Monte y sacristán Mayor de la iglesia parroquial del Señor San Andrés, Titular y Patrón de esta dicha villa. Después de esto, lo demás, sobra.

La gravedad de los hechos viene marcada por ser nosotros mismos sus detractores. No debemos echar la culpa a extraños ni a épocas pasadas, pero sí a las corporaciones municipales y vecindario. Unos, por no reconocer el error y poner las cosas en su sitio, los otros, por no reclamar lo propio. Todos debemos involucrarnos y participar desde el asociacionismo o cualquier otro medio en la recuperación y conservación de nuestro patrimonio de más de setecientos años. Un patrimonio muy nuestro que no necesitamos pedir prestado, por eso

Lo nuestro, es lo propio.

F.-Jesús Arroyo López.